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Los misterios y secretos detrás del héroe. José Francisco de San Martín , su vida en un enigma constante.


Episodio 7: San Martín, «El Torero»

«El Torero»

Por Eduardo Guidolín Antequera

«San Martín torero de la historia»

¿Te has detenido alguna vez a pensar en la idea de San Martín como capeador y torero? Puede sonar controversial, incluso desconcertante. ¿San Martín en la arena? ¡Por supuesto que no! ¿Qué estás diciendo? Por favor, esas cosas no se dicen del General… dirán muchos. Pero te invito a que me sigas en este recorrido simbólico, un viaje que nos ayudará a desentrañar las múltiples capas que conforman a nuestro héroe. Un ejercicio de inmersión en el espacio-tiempo: movernos entre líneas que nos llevan al pasado, enfocándonos en el presente para comprender lo que quiero plantearte.

San Martín, con su figura universal, se convierte en un instrumento invaluable. Su vida y legado no solo narran batallas y bronces inmortalizados en estatuas; nos permiten diversificar conceptos, explorar valores sociales, culturales, éticos y morales, analizar los cambios de paradigmas y reflexionar sobre los legados —tanto duros como blandos— que nos dejó la gesta de la independencia americana. Me gusta recalcar esto porque, si no lo hacemos, parece que el tipo solo peleaba guerras y ahí se acababa todo. Y no. Cada acción, cada decisión suya, nos invita a entendernos mejor, como individuos y como sociedad.

«El arte de capear»

Hoy te invito a explorar juntos esta historia fascinante. Abramos este episodio en el que San Martín, el estratega, el líder, el hombre de infinitas capas, se revela como el torero que supo «capear» los desafíos más colosales de su tiempo. Y sí, te advierto desde ahora: que para llegar al final vas a ser engañado. ¿Qué esperabas, que fuera fácil? Si ya te han engañado tantas veces, al menos esta vez te lo estoy diciendo de frente. Pero no te rindas; seguí leyendo. Este episodio puede llevarte a descubrir algo inesperado: cuán parecidos podemos ser a nuestro San Martín Torero.

Emepezaré, sin pelos en la lengua: Necesitaremos entendernos porque sino habrá un par de pelotudos que se agarrarán de esto!

Aportes anti-pelotudos

El toro, símbolo de vitalidad, fuerza y desafío, ha sido venerado a lo largo de la historia por diversas culturas. Para entender al torero, primero debemos comprender al animal que lo define y al acto que lo eleva: el enfrentamiento con el toro no es solo una muestra de dominio, sino también de destreza, audacia y una profunda conexión con el simbolismo. Así como el torero asume el reto de la arena, San Martín asumió los desafíos de su época, transformándose en un símbolo de maestría y audacia en un contexto histórico lleno de complejidades. Pero para contextualizarlo correctamente, es crucial no perder de vista las coordenadas de su tiempo. Siempre habrá quién intente desacreditar la memoria de San Martín aplicando juicios modernos a las decisiones y costumbres de su época. Sin embargo, los procesos socioculturales no pueden analizarse desde la matriz emocional y moral del presente. Las comunidades de entonces eran híbridos multiculturales en constante evolución, y en ese crisol se forjó el propio San Martín. La conquista española, por ejemplo, nos legó mucho más que costumbres o elementos materiales; dejó tras de sí un intercambio cultural que moldeó profundamente las identidades de ambos lados del Atlántico. San Martín vivió más años en España que en América, y en sus entrañas llevaba el peso de esa «madre patria». Sin embargo, eligió reinventarse, adoptando los ideales de la patria que nacía. En él convergen la tradición y la transformación: un híbrido cultural que supo ser tanto receptor como creador de un nuevo horizonte.

Otro poquito más de intro:

“La interacción cultural, siempre fascinante, no es un fenómeno de simples imposiciones. La aculturación, ese proceso donde una cultura dominante proyecta su influencia sobre otra, no basta para describir lo que San Martín representa. Más bien, él es un ejemplo sublime de transculturación: ese intercambio recíproco en el que culturas distintas se entremezclan, se desafían y, a través de sus tensiones y resistencias, generan algo nuevo, un sistema cultural compartido».

San Martín es, en esencia, un fenómeno cultural. Su vida y obra encarnan el choque de valores, tradiciones y perspectivas de su tiempo, y cómo de ese crisol emergen paradigmas duraderos. En sus múltiples roles y acciones —ya sea como líder militar, estratega político o ser humano pleno de contradicciones y sueños— encontramos capas y más capas que lo profundizan, lo hacen más humano y, al mismo tiempo, más universal.

Para seguir aclarando, sino oscurece:

«Cada decisión que tomó, cada paso en su gesta, se convirtió en una acción significativa que trasciende las fronteras de los sanmartinianos. Porque, aunque muchos aún no lo sepan, su legado está presente incluso en quienes jamás se han detenido a pensar en él. San Martín no es solo un héroe patrio; es un símbolo viviente de un mundo en transición, un testimonio del poder transformador del cambio cultural y humano».

Ahora sí, ¡vamos al ruedo!

Primero, el animalito

El toro, como animal, tiene una historia atrayente que se entrelaza con la domesticación y la evolución de las sociedades humanas. Originario de los primeros bóvidos salvajes, el toro domesticado (Bos taurus) se convirtió en un pilar de la supervivencia y el desarrollo humano. Su linaje se remonta a los uros, esos imponentes bóvidos salvajes que dominaban los paisajes de Europa, Asia y el norte de África. Fue hace unos 10.000 años, en el Cercano Oriente, cuando el ser humano comenzó a domesticarlo. Desde entonces, el toro ha sido proveedor de carne, leche y cuero, pero también una fuerza indispensable en el trabajo del campo y una figura clave en rituales y mitos.

«El toro, en las culturas del mundo»

Desde los orígenes más remotos de la humanidad, la presencia del toro ha acompañado el devenir de los pueblos del Mediterráneo y del Próximo Oriente. Mesopotámicos y anatolios, egipcios y levantinos, chipriotas y cretenses, griegos, romanos e íberos, todos subyugaron su imaginación ante la nobleza y bravura del toro, mitificando su figura. El toro no solo representó fuerza y poder, sino que también se integró en sus concepciones socioeconómicas y religiosas.

Creta y la Civilización Minoica: El Toro en el Ritual y la Cultura

En la pequeña isla de Creta, situada en el Mar Mediterráneo, al sur del Egeo, y equidistante entre las actuales Grecia y Turquía, floreció la primera gran civilización de Europa: la Civilización Minoica. Esta sociedad de la Edad del Bronce tomó su nombre del mítico rey Minos, gracias a Sir Arthur Evans, el arqueólogo británico que descubrió el majestuoso palacio de Cnosos en 1900.

El palacio de Cnosos, aún hoy el mayor de los complejos palaciegos minoicos, no solo destaca por su arquitectura laberíntica, sino también por la riqueza de sus frescos, que revelan aspectos cruciales de la vida y religión de esta civilización. Entre ellos, un mural famoso retrata una escena conocida como la taurocatapsia, un rito ceremonial fechado entre el 2000 y 3000 a.C., donde jóvenes acróbatas ejecutaban impresionantes saltos sobre los lomos de un toro.

La taurocatapsia no era simplemente un espectáculo de destreza física, sino un acto cargado de simbolismo. En el enfrentamiento entre el toro y los jóvenes atletas, la humanidad buscaba trascender la fuerza indomable de la naturaleza, domándola y canalizándola a través del control, el valor y la maestría. Este ritual no era una simple prueba de habilidad, sino una ceremonia religiosa que conectaba a los participantes con lo divino.

La escena está enmarcada por unas franjas multicolores formadas por unos elementos punteados y rayados que se sobreponen en forma de escamas. Sobre un fondo azul liso, sin paisaje, un joven realiza una acrobacia: una especie de salto mortal por encima de un gran toro salvaje. Una joven toma los cuernos del toro mientras otra levanta los brazos esperando la caída del atleta, en la cultura minoica las imágenes blancas eran mujeres y las rojas hombres. Todos visten fajín y una especie de botines negros.

El Dios Mitra

Hay algo profundamente humano en la imagen del toro. Mitra, aquel dios de la antigua Roma, lo sabía bien. Según la mitología mitraica, el toro primordial contenía en su cuerpo los gérmenes de la vida. Mitra lo montó, lo enfrentó y lo sacrificó en un acto que no era solo de fuerza, sino de creación. Del toro surgieron las plantas, el vino, la vida misma. Esa historia me lleva a reflexionar que enfrentarnos a nuestros miedos no es solo un acto de supervivencia, sino un momento de creación, un renacer.

Apliquemos la historia, un modismo sin tiempos

«El toro por las astas»

Siempre me ha intrigado cómo los refranes y modismos trascienden el tiempo y las culturas, moldeándose y adaptándose a las realidades de cada pueblo, pero conservando una esencia universal. Son enseñanzas tácitas, transmitidas de generación en generación, que nos hablan de experiencias compartidas y nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia vida. Decime, ¿no te has encontrado alguna vez usando uno de ellos casi sin darte cuenta? Tal vez “tomar el toro por las astas” sea uno de los más conocidos, y no por casualidad. Es una frase que no pasa desapercibida, ¿verdad? Tiene una fuerza casi palpable. Al escucharla, no podes evitar imaginar la escena: un toro imponente, la tensión del momento y vos ahí, enfrentándolo con todo tu coraje, aferrándote a sus astas. Pero más allá de la imagen visceral, lo que realmente resuena es el mensaje: cada crisis trae consigo un desafío, pero también una oportunidad. No es solo una lección de valentía; es un recordatorio de que, a veces, la única forma de avanzar es enfrentar el problema de frente, sin rodeos. A lo largo de la vida, verás venir tus propios toros. Cada uno distinto, único, pero todos con una constante: exigían que dejara de lado el miedo y me lanzara al ruedo. Y ahí está el poder del símbolo del toro. No es solo un animal; es una representación de esa fuerza que nos desafía y que, al mismo tiempo, nos empuja a superarnos. Pero esta frase no es exclusiva de nuestra cultura. Su esencia trasciende fronteras, porque la lucha contra los desafíos es universal. Aunque cada idioma tenga su propia forma de expresarlo, el mensaje es el mismo. Tal vez sea eso lo que hace que los refranes y modismos sean tan poderosos: nos conectan, nos recuerdan que, aunque nuestras circunstancias sean diferentes, nuestras luchas son profundamente humanas.

Y así, al reflexionar sobre esta expresión, no puedo evitar pensar en cómo cada cultura, con sus matices, nos ha legado su manera de enfrentar la vida. Porque, al final, la frase «tomar el toro por las astas» no es solo un dicho; es una invitación a reconocer nuestra fuerza y enfrentar lo que venga, con determinación y audacia.

Pregunta, ¿crees que San Martín “tomo el toro por las astas”?

Algo más..

Debo hacerte otra pregunta: ¿querés seguir siendo engañado? Suena extraño, lo sé. No es común que alguien te lo pregunte directamente. Pero pensalo: quizás sea más honesto que aquellos que te engañan sin avisarte y, claro, jamás lo admitirán. En este caso, confía en mí. Necesito que sigas este camino de engaño; prometo que al final encontrarás algo que valdrá la pena. Te lo aseguro.

Firma,
Yo.

El toro cruza el charco

El toro llegó a América con la segunda expedición de Cristóbal Colón, en 1493. No es solo una anécdota; es un dato cargado de simbolismo y consecuencias. Imaginen a Cristóbal Colón, o Cristoforo Colombo como era su verdadero nombre en italiano, cargando no solo mapas, instrumentos de navegación y esperanzas, sino también becerros y becerras en aquellas naves estrechas y vulnerables, junto a cerdos, ovejas y otras formas de vida que marcarían la huella europea en el Nuevo Mundo ((bueno, nuevo según los muchachos de Europa, claro, porque aquí ya había unas cuantas «cositas» importantes andando, aunque la historia escrita por unos pocos —y repetida por muchos— siga contándola al revés).
Los primeros toros pisaron tierra en la isla de La Española, lo que hoy conocemos como República Dominicana y Haití. Ese fue el punto cero, el epicentro desde el cual el ganado se expandió por todo el continente. No era simplemente ganado; eran semillas vivas de un cambio profundo en las formas de vida, en los paisajes, en las costumbres y, cómo no, en la historia de quienes habitaban estas tierras y de quienes llegaron para transformarlas, para bien o para mal.Es fascinante pensar en ese toro simbólico, que viajó no solo en el tiempo, sino también en el espacio, desde las costas de España hasta las nuevas tierras, portando consigo todo un mundo de significados. Pero ¿qué más llegó con él? ¿Qué historias, qué luchas y qué legados venían atados a esas astas, tan lejos de su origen? Eso, amigo, es lo que quiero que sigamos explorando.

A medida que los conquistadores españoles avanzaban, llevaban consigo ganado vacuno para establecer actividades agrícolas y ganaderas. En regiones como las pampas argentinas, el toro se adaptó perfectamente, transformándose en un elemento fundamental de la economía regional. Con el tiempo, el toro también adquirió un simbolismo especial en festividades y tradiciones populares, heredando en algunos casos prácticas de la península ibérica, como la tauromaquia.

La herencia española: del General y, obvio, nuestra (cuando digo «nuestra», me refiero a los conquistados)

Una de las tantas facetas que a menudo se omiten es todo lo que San Martín vivió en España, un capítulo lleno de matices que no podemos ignorar. Allí encontramos el atractivo de las festividades y celebraciones en torno al toro como fenómeno cultural: las corridas de toros. Sí, esas famosas corridas (tema que abordaré en el próximo episodio, el cual, te adelanto, no te podes perder) fueron parte de los atractivos que los españoles trajeron consigo. Siempre me gusta decir que los españoles nos legaron la cruz, el pan y el vino, pero, en realidad, dejaron mucho más: un híbrido cultural hecho de idioma, refranes, comidas, festividades, religión, y tantos otros elementos que hoy forman parte de nuestra identidad. Sin embargo, no basta con enunciar esto; hay que analizarlo desde el contexto histórico para entender el porqué y el para qué de muchas de estas prácticas.

San Martín vivió inmerso en este híbrido cultural, y su figura que mutaba entre lo político y militar, entre lo publico y lo privado siendo: Gobernador, General en Jefe, Gran Capitán o Protector en el Perú, o simplemente José de San Martín refleja la complejidad de las adaptaciones de su tiempo. En cada uno de esos roles, tuvo que ser un estratega, un mediador y, en muchas ocasiones, un anfitrión que supo usar el consenso social como herramienta clave. No olvidemos que su mayor lucha fue, en gran medida, contra los propios españoles que habitaban las tierras que él buscaba liberar. Muchos de ellos no querían la libertad; no querían perder sus privilegios, sus esclavos, su estatus protegido por la Corona. No querían equidad social, a muchos no les convenía. Algo así como lo que seguís viendo en tu realidad.

Me vas siguiendo, y vas entendiendo mi necesidad de engañarte simbólicamente con que San Martín fue ¿ Torero?
 
La hora de la verdad

Buenos Aires, 27 de marzo de 1833

Señor don José de San Martin:

 Mi querido amigo: Cuando siete meses de ataque gástrico no han hecho brecha en el buen humor de usted, digo que ni la bomba de Amberes puede amoldarlo. ¡Con que yo me parezco al oficial de la urca Malvina! ¡Con que mi relación sobre las cartas tiene semejanza á la del célebre Caymán! ¡Cómo se conoce que ha vivido usted en Cádiz muchos años en lo bien que capea el toro! Sepa usted que he escrito tales cartas, y que no teniendo usted perdón de Dios por no haberme contestado una letra, veo claro que ha tenido que echar mano de tal oficial para que le sirva de parapeto […]..

Guido, Tomás. “Carta a José de San Martín, Buenos Aires, 27 de marzo de 1833.” Documentos del Archivo de San Martín, vol. VI, pp. 575–577.

Decifrando “tu engaño”

Siempre me fascina recorrer las cartas y los escritos que rodearon la vida de San Martín. Es como si, entre líneas, sus palabras y las de quienes lo conocieron guardaran claves para descifrarlo. Ahí, en las respuestas de sus grandes amigos, como Tomás Guido, surgen enigmas que parecen estar codificados, como si el General solo revelara una pequeña parte de su esencia a cada quien. Guido era, sin dudas, uno de esos pocos privilegiados con acceso a las confidencias de San Martín.

Hoy me detengo en un detalle particular de esta correspondencia, y debo confesarte algo: te he engañado momentáneamente. Al hablar de San Martín como un «capeador», no me refería literalmente a que alguna vez toreara en una arena, sino a la definición metafórica que su amigo Guido le asigna. Este término no describe solo a un torero en acción, sino a alguien capaz de enfrentar con inteligencia y astucia cualquier desafío, moviéndose con la gracia de quien sabe leer y prever el próximo embate.

¿No es curioso cómo Guido recurre a una metáfora taurina para describir al General? Y aún más interesante es el lugar que menciona: Cádiz. Ahí, en ese puerto donde convergían culturas, ideas y costumbres, San Martín absorbió influencias que luego marcaron su carácter. Cádiz no es solo una ciudad más en su biografía; es un punto de inflexión, un espacio donde se cruzan la España de la que provenía y los ideales de libertad que lo definirían.

Guido juega con esto, empleando una expresión tan española como «capear el toro» para describir a su amigo. Y aunque no existen registros de que San Martín practicara el toreo, el símbolo es potente: él «capeaba» con maestría los conflictos sociales, las tensiones políticas y las batallas estratégicas. Pero lo hacía desde otro ruedo, uno más amplio y decisivo.

Lo que me asombra es cómo Guido, con su tono humorístico, logra transmitir tanto en tan pocas palabras. Nos muestra a un San Martín que no solo es estratega, sino profundamente humano, alguien que esquivaba las adversidades con ingenio y mantenía el buen humor incluso en los momentos más oscuros. Esta habilidad para «capear el toro» no era solo una herramienta de liderazgo; era una forma de vida.

Reflexionando, me pregunto si no es esta metáfora la que mejor define a San Martín. No como el héroe inalcanzable que a veces pintamos, sino como el hombre real que enfrentaba la incertidumbre con una mezcla de habilidad, paciencia y humor. Un hombre que, aunque es mito y leyenda, sigue siendo sorprendentemente cercano.

¿Y vos? ¿Qué descubrís cuando lees entre líneas estas cartas? Tal vez, al igual que yo, encuentres un San Martín más humano, que, sin espada ni capa, nos sigue enseñando a enfrentar los toros de nuestra vida con el temple y la astucia de un verdadero capeador.

La metáfora de ser Torero

La metáfora del toro no es casual. En cada cultura, este animal ha representado la vitalidad, la fuerza, el peligro, pero también la posibilidad de superación. Ya sea el torero en la arena o el dios Mitra en su cueva, ambos nos enseñan algo valioso: para crecer, hay que tener el valor de enfrentar lo que más tememos. Porque, al final del día, los toros más feroces suelen habitar dentro de nosotros mismos.

Y así volvemos a San Martín. Si el toro representa fuerza y desafío, y el torero simboliza maestría y audacia, entonces encontramos un paralelismo interesante. San Martín no necesitó pisar una arena para demostrar su temple. Cada decisión que tomó en su vida fue un enfrentamiento con un toro simbólico: desde los Andes hasta su lucha por la independencia de América del Sur.

San Martín es un héroe que, como el torero, enfrentó lo indomable con inteligencia, valentía y precisión. Este paralelismo no solo enriquece nuestra percepción de su figura, sino que también nos invita a reflexionar sobre cómo los héroes encarnan simbólicamente las batallas de su tiempo.

Porque, como siempre te digo, San Martín es mucho más que un prócer; es un hombre de capas infinitas, listo para ser descubierto desde todas las perspectivas posibles.

Las conclusiones

Sí, no capeaba, y seguramente era torero, pero todavía no encuentro ese dato para describírtelo en la arena o entrando a una plaza de toros. Quizás lo hizo, creo que sí, pero solo puedo sostener ese «creo». Necesitaba usar la carnada, pero el fin era otro. En el próximo episodio lo verás como productor de espectáculos taurinos, gestionando y vivenciando las corridas de toros, y explorando su vínculo terrenal con el animal. Ahí entenderás otras cosas. Pero… ¿te diste cuenta del engaño? Bueno, sí, no me putees. Dar tantos datos es necesario; de lo contrario, siempre terminamos viendo el árbol y no el bosque. Hay mucho de gestión cultural, análisis vinculante, reinterpretaciones, exposición simbólica y, claro, mensajes subliminales. Si todo fuera tan literal, se volvería poco desafiante. Por eso es tan importante bucear en los escritos de San Martín y sus entornos, tanto lejanos como cercanos. Cada letra, cada detalle, son fascinantes.

Llevar todo esto a la metáfora y traerlo al presente me permite vivenciarlo y asimilar la «historia» como algo de lo que soy parte. Los mitos y relatos trascienden, las acepciones y refranes sobreviven, las sociedades y los tiempos cambian, pero los patrones de reflexión son aplicables a todo. Porque, en definitiva, todos los seres humanos estamos en la misma escuela del planeta Tierra, aprendiendo, ni más ni menos. Quien quiera negarlo y vivir solamente su vida mundana está en su derecho, pero se pierde las coincidencias y enseñanzas del cosmos, esos símbolos, esas palabras escritas con fuego que trascienden la información, se vuelven conocimiento y se plasman en sabiduría.

El toro, como símbolo iniciático, siempre estará ahí para enfrentarte. Queda en vos decidir qué hacer con ellos. Espero que, cuando enfrentes tus propios toros, seas un torero. Que te reflejes en el héroe que admiramos, porque San Martín, además de ser un gran capeador, para mí fue un torero ejemplar de las adversidades, siempre estuvo en la arena intentando domar los Toros con los que tuvo que enfrentarse, por dentro y por fuera.

Te espero en el próximo episodio, que tendrás que «lidiar con lo que te cuente»

Un abrazo.



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