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Los misterios y secretos detrás del héroe. José Francisco de San Martín , su vida en un enigma constante.


Episodio 13: El Cumpleaños de San Martín

El Cumpleaños de San Martín

Por Eduardo Guidolín Antequera

«El comienzo»

Sin duda, llegar a este mundo está marcado por una fecha precisa: tu nacimiento. Desde ese instante, se supone que comienza tu vida, sin importar cuánto tiempo dure. Esa será la fecha que recordarás mientras vivas, la que conmemorarán tus seres queridos y, si eres una figura pública, la que quedará inscrita en la narrativa histórica de las sociedades.

Nacer es el punto de partida, determinado por un día, un mes y un año. A partir de ahí, la cronología de los años traza el recorrido de nuestra existencia. El tiempo, esa medida inevitable que rige a todos los seres de este planeta, nos acompaña desde la gestación, que nos permite anticipar un inicio, hasta la muerte, ese umbral insondable que nos conduce a lo que llamamos más allá .

Vamos a recorrer dos momentos en los días de festejo del natalicio del General.

Esto de festejar, ¿de cuando data?

Las primeras ofrendas: la miel y el trigo en la Antigüedad

Mucho antes de que el pastel de cumpleaños se convirtiera en el centro de las celebraciones, los antiguos egipcios y mesopotámicos ya festejaban los natalicios de los grandes soberanos con banquetes y rituales. Sin embargo, fueron los griegos quienes llevaron la tradición un paso más allá. En la Grecia clásica, se elaboraban tortas redondas de miel y harina de trigo como ofrendas a Artemisa , la diosa de la luna y la caza. Estas tortas, llamadas πέλανος ( pélanos ), tenían un significado simbólico: su forma circular representaba el ciclo lunar y el transcurso del tiempo. Para honrar a la diosa, se colocaban velas encendidas sobre ellas, iluminando la ofrenda antes de ser entregada en los templos. Esta costumbre puede considerarse el primer antecedente de las actuales tortas de cumpleaños con velas.

El cumpleaños como un privilegio de emperadores

Si bien en la Grecia antigua la costumbre de los πέλανος tenía un carácter religioso, en el Imperio Romano comenzó a tomar una dimensión más personal. Los romanos (si te das cuenta están metidos en todas) celebraban los dies natalis (día del nacimiento) de figuras importantes, como emperadores y héroes, con grandes banquetes. En estas ocasiones se servían panes dulces llamados libum , preparados con queso, miel y harina. Sin embargo, ningún ciudadano podía festejar su cumpleaños. Al principio, solo los nobles y personajes ilustres tenían este derecho. No fue sino hasta el siglo III dC que la Iglesia permitió celebrar los nacimientos de personas comunes, cambiando poco a poco la percepción de esta fecha como un acontecimiento digno de conmemoración.

La tradición medieval y la llegada de la torta moderna.

Durante la Edad Media, la costumbre de celebrar cumpleaños casi desapareció en Europa, ya que la Iglesia condenaba estos festejos por considerarlos una práctica pagana. Sin embargo, en algunas regiones alemanas se mantuvo una tradición conocida como Kinderfest , en la que se preparaban pequeños panes dulces para los niños, con velas encendidas como símbolo de protección ante los malos espíritus.

Fue en el Renacimiento cuando la costumbre de celebrar cumpleaños resurgió con fuerza entre la aristocracia europea. A partir del siglo XVII, con la mejora en la repostería y el acceso al azúcar, comenzaron a elaborarse pasteles más atractivos. El término pastel proviene del latín pastellus , diminutivo de pasta , en referencia a la masa con la que se elaboraban.

Las velas y el deseo: un legado antiguo

Encender velas sobre un pastel y pedir un deseo antes de soplarlas es una costumbre que tiene raíces en los rituales antiguos. Para los griegos, la luz de las velas sobre los πέλανος simbolizaba la presencia divina, mientras que en la Edad Media, las velas protegían a los niños de influencias malignas.

Hoy, esta tradición sigue viva en los hogares de todo el mundo. Cada vez que soplamos una vela sobre un pastel o torta de cumpleaños, estamos recreando, sin saberlo, un antiguo ritual que ha viajado a través del tiempo, desde los templos de Artemisa hasta nuestras mesas familiares.

1823, el último cumpleaños de San Martín en Mendoza

La fecha elegida es, precisamente, el último cumpleaños de San Martín en suelo argentino, celebrado en Mendoza. El lugar exacto no puede determinarse con certeza, ya que los documentos no lo ubican dentro de una estructura específica de la provincia. Es posible que haya sido en la capital, donde tenía «su casa», aquella que le había sido obsequiada por el Cabildo como gesto de reconocimiento tras asumir como Gobernador Intendente de Cuyo. Sin embargo, también le dirá a O’Higgins que vive “de prestado” y que solo posee su chacra en Los Barriales.

Pero más allá de este debate, quiero detenerme en un hecho significativo ocurrido ese día. Justo en la fecha de su cumpleaños, frente a un escribano de Mendoza, San Martín tomó una decisión que refleja su carácter premeditado, siempre guiado por una intención profunda. Sin embargo, al leer el documento, se percibe la confusión de aquel momento: todo seguía en plena ebullición tras su salida del Perú, donde nada estaba definido; la situación en Chile era compleja, y las presiones desde Buenos Aires no cesaban. En medio de este torbellino, en un gesto cargado de simbolismo, otorgó poder a uno de sus más cercanos amigos, socio y fiel servidor: Don Pedro Advíncula Moyano. Vení, que te cuento los detalles.

25 de Febrero de 1823

San Martín firmará ante José Manuel Pachecho, Escribano Público de Gobierno y Hacienda (Protocolo 187, fs. 18-19vta).

En la ciudad de Mendoza en beinte y cinco días del mes de Febrero de mil ochocientos beinte y tres: el Exelentisimo Señor Don José de San Martín, Generalisimo de las armas de los Estados de Lima y Chile:

[…] dijo: que con motivos de hallarse proximo á bajar para la Capital de Buenos Aires, sin tener lugar para evacuar en ésta ciertos negocios que le ocurren, y por lo mismo serle preciso un encargado de su satisfacción, siendolo Don Pedro Advíncula Moyano ha deliberado conferirle amplias facultades al expresado fin, y poniéndolo en execución en la via y forma que mas haya lugar en derecho, otorga que da tan amplio y general poder como legalmente se requiere, y es necesario para mas valer al mencionado Pedro Advíncula, senalamiento para que en su nombre de dicho Señor Excelenetisimo y representando su propia persona para enagenar las haciendas que tiene en el paraje de los Barriales distante de esta ciudad como 8 leguas (texto tachado y borrado), y en caso de verificar las referidas bentas, otorgar á los compradores los respectivos documentos […]

Ante los testigos que lo son: Angel Victorino Chaves, Don Pedro José Doncel y Clemente Cárdenas; becinos de esta ciudad.

te dejo las pruebas, y mirá con detenimiento el texto antes que firme San Martín.

Un día revolucionado

Al anclarme en este documento, intento ponerme en la situación y en los sentimientos de San Martín. Con el diario del lunes podemos decir que dicho poder quedó sin efecto y que Advíncula con el que ya había gestionado otros contratos y convenios, como otros poderes, no ejecutó este planteado aquí. Algo le sucedía a San Martín al querer desprenderse en caso de que fuese necesario de lo que tanto amaba en Mendoza, que era la tierra prospera que eligió en el Retamo y los Barriales (la Villa Nueva de los Barriales es hija de estos dos lugares, datazo!).

Motivos para festejar y motivos para no hacerlo

Amén de toda la situación de ser aún un hombre público y de cargar sobre sus espaldas la presión de ser visto como el salvador o el culpable de la libertad de América, a veces –o muchas veces– nos olvidamos del otro San Martín: el hombre, el ser humano. Aquel 25 de febrero de 1823 lo encontró de regreso en Mendoza, en su lugar de sosiego, su Tebaida, su Chacra, su Hacienda. Pero lejos estaba de encontrar tranquilidad. Intentaba ordenar el caos que lo rodeaba, tanto en su mente como en el exterior. No era un regreso de relajo, no estaba todo concluido. Reinaba la incertidumbre, tanto por lo que había decidido como por lo que escapaba a su control, todos esos factores externos que conspiraban contra su voluntad. A esto se sumaba la ausencia de los afectos. Sus amigos de armas de la gesta libertadora estaban dispersos: muchos habían muerto, otros figuraban en la lista de desertores y traidores, algunos seguían lejos, cumpliendo funciones. Y su familia… su esposa, muy enferma en Buenos Aires; su «infanta mendocina», ya crecida y lejos de los brazos de su padre.

Ese día para cualquier otro hasta el que mas te aprecia no es tan significativo como para uno mismo, ponete en el lugar de San Martín en ese momento en ese cumpleaños, cuantos recuerdos, cuantas emociones!¿Habría querido San Martín celebrar su cumpleaños número 45? ¿Se habría permitido, aunque sea por un momento, recibir el afecto de quienes lo rodeaban aquel día?

Pedro Moyano, Pedrito Nuñez, Domingo Corvalán, Manolito, Perico, el negro José, su paje el pequeño Eusebio Soto que estaba por primera vez en Mendoza, aquel indiecito peruano compañero de viajes, Josefa, Pedro Molina, Manuel Ignacio Molina, Juan de Dios Miguez, y otros tantos amigos y amigas, vecinos y admiradores respetuosos de su Libertador que estaban en ese momento en Mendoza. Bien sabemos que evitaba todo reconocimiento público, por lo que seguro este festejo estuvo supeditado a un entorno más íntimo, posiblemente en los poblados a la vera del río tunuyán.


25 de Febrero 1818

Otro dato relevante, y que hoy planteo como un regalo, es lo que ocurrió a nivel histórico con nuestra enseña patria. Un 25 de febrero, pero de 1818, don Juan Martín de Pueyrredón decretaba que el sol inca debía ser colocado en la franja blanca central de la bandera que nos representaría.

El sol, ese símbolo tan significativo para San Martín. «Él es un hijo del sol», dijo el poeta. ¿No te parece demasiada casualidad? Que justo el día del cumpleaños de San Martín, Juan Martín de Pueyrredón tomara semejante decisión. Me animo a imaginar su pensamiento en aquel momento. Después del triunfo de Chacabuco, con San Martín condecorado, reconocido, inmortalizado en retratos con su gloria reciente, quizás quiso demostrarle a la historia lo que él significaba.

El sol. San Martín. Y el creador de la bandera, don Manuel Belgrano.

Como buen soñador que soy, más allá del dato histórico, me gusta pensar en este decreto como el regalo más hermoso y valioso. La conjunción del dios Sol, los colores del cielo en nuestra bandera y los dos exponentes incuestionables de nuestra historia, San Martín y Belgrano, unidos para la eternidad del pueblo argentino en un solo símbolo.

Reflexiones

Hoy, más que una conclusión, este debería ser un espacio para la reflexión, una que, quizás, nos lleve a mirarnos a nosotros mismos.El día de nuestro nacimiento nos acompaña toda la vida. Es un ciclo que se renueva cada año, una oportunidad de cambio, de reinicio. Y cuando llegue el final, otros lo recordarán, como si esa fecha nos mantuviera de alguna forma en la historia.

Pero, ¿qué pasa con aquellos que trascienden su tiempo? Para los hombres de grandes hazañas, la vida no termina con su muerte. Siguen viviendo en la memoria colectiva de millones. San Martín es un caso. Imaginate a Jesús… en los dos casos la humanidad se olvida que fueron hombres de carne y hueso con misiones extraordinarias!

Con estos datos sobre el cumpleaños de San Martín, quise ir más allá de la efeméride y explorar otras historias dentro de su propia historia. Esas que no siempre se cuentan, que muchas veces quedan en los márgenes o simplemente no se abordan, pero que necesitamos indagar para comprender toda la dimensión de un ser extraordinario.

Mi admiración de siempre, General. Donde te expreses, donde quiera que estés (vivo en miles de personas, porque tu legado sigue en pie), te digo: ¡Feliz cumpleaños! (El 25, porque dicen que decirlo antes trae mala suerte… ¡ja!)

A vos te doy las gracias por otra aventura más juntos, un abrazo!



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