«El Arrepentimiento»
Por Eduardo Guidolín Antequera
«La última puerta siempre estará abierta»
Todos cargamos con la inquietud de sentir que algo puede cambiar, que hemos cometido errores o que, simplemente, nuestra vida necesita un giro, dar vuelta la página y volver a empezar. Pero aún más difícil es enfrentarse a ese cambio, aventurarse a realizarlo y sostenerlo con hechos, porque dejar atrás no alcanza: hay que dar cuenta de todo lo que se ha hecho. Esa es la única ley, dice el Universo.
Tal vez en ese momento, o en el último suspiro antes de la corona de la muerte, nos arrepentimos. Para aquellos que tienen la gracia de verlo antes en el transcurso de sus vidas, hacerlo consciente permite el cambio, un nuevo comienzo. Como si dijera: «Hombre, corrígete a ti mismo, pues eres imperfecto, y en esa corrección serás uno con Dios y el Universo.» Inscrita en el templo de Apolo en Delfos, la máxima «Conócete a ti mismo» fue el faro de los Sabios de Grecia y la guía de Sócrates y Platón. Más que un simple consejo, es la llave para desentrañar el alma humana y su vínculo con lo divino, pues solo en la profundidad del autoconocimiento se revela lo verdadero.
Incluso después de haber tomado decisiones o caminos que parecen definitivos, siempre existe la posibilidad de reflexionar, cambiar y volver a empezar. Esa puerta, la del arrepentimiento, siempre está ahí. La vemos. Lo difícil es cruzarla.
«Siempre hay un día para el cambio»
El 9 de marzo de 1812 ese día ocurrió algo que alteraría el destino de medio continente. Esta es, sin dudas, una de esas fechas que marcaron a un hombre que, quizá, ya escuchaba el llamado interior y comprendía que su vida estaba entrelazada con la historia de miles de personas. «Es el destino que me llama», diría alguna vez.
Ese día, un barco surcó las aguas del estuario. La fragata George Canning llegó a Buenos Aires, y entre sus pasajeros, traía a un hombre que había cruzado los mares con más que equipaje: traía cicatrices de guerras ajenas, la disciplina de los campos de batalla europeos y el peso de una decisión que lo cambiaba todo. José de San Martín regresaba.
Porque sí, su regreso es también un acto de retorno interior. El niño que partió volvía convertido en un hombre, soldado de oficio, en estratega curtido por la pólvora y las campañas de la península ibérica. Había luchado bajo las ordenes de Hombres de renombre quienes influyeron en su vida y en su pensamiento Solano, Coupigny, había estudiado las tácticas de Napoleón y tenía mucho conocimiento de los ejércitos de la antigua roma, comprendiendo las guerras como pocos (si fueron dos batallas las que libró, ya te cuento). Pero más allá de la experiencia, volvía con algo más: una nueva convicción. Había servido a España, pero ahora comprendía que para liberar a su propia tierra debía quebrar las cadenas del colonialismo y erradicar la opresión de la esclavitud.
Las dos Libertades
¿Qué impulsa a un hombre a regresar a una tierra que apenas conoció en su infancia? ¿Es la patria un suelo, un recuerdo, una deuda que siempre aguarda ser saldada? Tal vez fue la misma España, sumida en la anarquía, sacudida por las revoluciones y los conflictos que Francia e Inglaterra alimentaban, la que inclinó su sentir y pensamiento hacia la libertad de América. San Martín no solo traía consigo instrucción militar; volvía con una visión moldeada por los ideales de la Ilustración, por las páginas de los libros que lo acompañaban como fieles soldados en su campaña de aprendizaje. Aquella biblioteca, su «librería», hablaba tanto de su espíritu como sus gestas en el campo de batalla. Estas son las dos libertades la de la espada, y la del pensamiento.
El destino le tenía reservada su propia épica. Lo que se inició aquel día DE SU REGRESO ELEGIDO no fue solo un desembarco, sino UN NUEVO COMIENZO. Creo que acá es cuando San Martín deja de ser el Aprendiz y se vuelve Maestro de su propia historia. Aquí tomo la pluma con la que empezaría a redactar las bases dela libertad americana.
Las marcas del destino
Todo empezó con un barco y una despedida. No una cualquiera, sino la de un soldado que había servido con honor en las filas españolas y que ahora, con el pulso firme y la mirada puesta en el horizonte, abandonaba Cádiz con un propósito que pocos comprendían del todo. José de San Martín dejaba atrás años de batallas en nombre de la Corona, dejaba a su familia, a sus amigos en el viejo continente, su antigua vida. Dejaba todo lo que había construido. Pero algo en su interior le decía que su verdadera lucha aún no había comenzado.
Aquí me detengo para llevar a nuestra vida los ejemplos de este grandioso hombre. Comenzar algo es, inevitablemente, terminar otra cosa. Cada inicio es el cierre de un ciclo, el punto donde el pasado se disuelve para dar paso a lo nuevo. Este es el volver a empezar. Este es el comienzo después del arrepentimiento. Porque, incluso después de haber tomado decisiones o caminos que parecen definitivos, siempre existe la posibilidad de reflexionar, cambiar y elegir un nuevo rumbo.
Se terminó. Cueste lo que cueste!
¿Qué día habrá sido aquel del quiebre, el de la duda, el de las contradicciones, que lo llevó a decir: «Basta, hasta aquí llegué»? Quizás fue una noche de reflexión solitaria de ese encuentro con uno mismo, en el silencio bajo el cielo estrellado de Europa, donde las ideas de libertad y justicia chocaron con su lealtad al imperio español. O tal vez fue una conversación con otros americanos exiliados, cuyas palabras encendieron en él la llama de la Independencia. Lo cierto es que, en algún momento, San Martín escuchó el llamado.
Dejar el suelo Español, fue dejar una parte de sí mismo. El barco que lo alejaba de Cádiz comenzaba a forjar al nuevo San Martín, no solo lo llevaba hacia América, sino hacia su verdadera misión: ser el arquitecto de la libertad de medio continente.
Parada técnica..Londres!
Todo estaba armado y pergeñado en sus planes y en la corriente que lo apoyaba para su regreso a América: debían pasar por Inglaterra. Hoy no será el foco principal de esta reflexión, pero es inevitable pensar en esta parte del rompecabezas. Salir de España con excusas absurdas, contar con el respaldo de sus superiores, conseguir los pasaportes para trasladarse a Londres… Estos contactos siguen sumando interés a los vínculos que rodearon su viaje: Miranda, Stuart, McDuff y el grupo de los americanos en el cual San Martín se refugiaba, se ocultaba o se camuflaba. Entre ellos, su aliado y luego enemigo, Carlos de Alvear.
Amigo, hermano de la Logia, ¿medio hermano? ¿Hermanastro? Fue su compadre, sí, pero en este vaivén de vicisitudes, entre aquellos que tuvieron diferencias y terminaron como sus enemigos declarados, Alvear se lleva un puesto alto en la lista. ¿Primero? ¿Segundo? No lo sé. Pero lo que sí es seguro es que la relación entre San Martín y los Alvear fue una de tantas cosas que se quebraron en su vida.
Alvear, el hombre que lo ayudó a insertarse en Buenos Aires, el de la cuna de oro, el adinerado, el que se salvó junto a su padre mientras el resto de su familia moría trágicamente en las inmediaciones de Cádiz en 1804, bajo el fuego de las fragatas de la Corona Británica. Una paradoja del destino, pues nunca simpatizó con los ingleses. Él fue parte de este nuevo movimiento de Caballeros Racionales.
Con el conde de Fife, una de las figuras más prominentes de la masonería londinense, San Martín acordó los detalles finales de su viaje al Río de la Plata a bordo de la fragata George Canning, acompañado por sus hermanos masones: Alvear, Zapiola, Holmberg, Chilavert y otros.
Ya en Buenos Aires, bajo el ala de Julián Álvarez, Venerable Maestro de la Logia Independencia, fundaron la Logia Lautaro. Su primer Venerable Maestro fue Alvear. Pero ¿qué pasó entre Carlos y José después de tanto sueño compartido? ¿Egos, poder, verdades ocultas, influencias, familia, descubrimientos? Sin duda, un tema que aún sigue envuelto en el misterio.
Para seguir aclarando, sino oscurece:
El famoso sable corvo de San Martín fue adquirido durante su breve estancia en Londres, en ese período donde todo parecía estar estratégicamente alineado con su futuro en América. Otro de los tantos misterios que rodean su vida: ¿dónde exactamente lo obtuvo?, ¿por qué eligió ese diseño en particular?, ¿fue solo una elección personal o hubo algo más detrás de esa decisión?
Nada está dicho del todo con el General. Cada objeto, cada decisión, cada movimiento parece esconder capas de significado que aún hoy nos desafían a descifrarlas.
«El nuevo Columbus, el Conquistador de la Libertad»
Definición de conquistador
Un conquistador es alguien que logra la dominación o el control de un territorio, un pueblo o una causa, generalmente mediante el uso de la fuerza, la estrategia o la influencia. Históricamente, el término se asocia con los exploradores y militares europeos que expandieron sus imperios en América, Asia y otras regiones, aunque también puede aplicarse a figuras que han «conquistado» en otros ámbitos, como la política, la cultura o las ideas.
La Otra Conquista: Justicia y Libertad
Hoy, al reflexionar sobre la llegada de José de San Martín a América aquel 9 de marzo, no puedo evitar ver en ese momento un giro trascendental en la historia de nuestro continente. San Martín no llegó con naves cargadas de ambición imperial, como lo hizo Colón (cosa que también debe re reflexionarse por que hay otras posturas de sus verdaderas intenciones) siglos atrás, sino con un propósito liberador que cambiaría para siempre el destino de estas tierras. Él fue, en esencia, el nuevo Columbus, pero no el que sometió, sino el que liberó; no el que impuso cadenas, sino el que las rompió. Su «conquista» no fue de territorios, sino de derechos, de autonomía, de libertad. Por eso, al pensar en esa fecha, no veo solo un desembarco, sino el inicio de una nueva era: la de la emancipación americana. San Martín no vino a explotar, sino a devolverle a América su dignidad. Y en ese sentido, su llegada el 9 de marzo no es solo un hecho histórico, sino un símbolo poderoso que nos invita a recordar que la verdadera conquista es la que se hace en nombre de la justicia y la libertad. Él no descubrió un nuevo mundo, sino que ayudó a crear uno mejor. Por eso, imponer esta fecha como un hito más que sanmartiniano no es solo un acto de memoria, sino una reafirmación de que su legado sigue vivo, guiándonos hacia un futuro donde «las libertades » sean siempre el horizonte.
Siempre en un pensamiento reflexivo y expansivo de los conceptos
Para mí, San Martín vuelve a ganar otro título, controversial, sí, pero con una profundidad innegable: el Conquistador de la Libertad. Porque las virtudes no se otorgan ni se heredan, se conquistan, y la Libertad no es la excepción.
San Martín luchó contra el Imperio Conquistador y le propinó la mayor humillación simbólica posible: ser conquistado con su propia medicina. No hay peor derrota que perder aquello que creías tuyo por derecho, aquello que impusiste con sangre y dominio. San Martín, junto a tantos americanos, le arrebató a España lo más valioso: el poder de oprimir, el control sobre sus colonias. Les quitó la patria potestad de la libertad y se la devolvió a los pueblos que habían sido sometidos.
Sobrevolar las posturas del pensamiento, nos permite ver lo mismo desde otra altura, con otra luz. Y si su legado sigue en pie, es porque no fue solo un héroe de batallas, sino un arquitecto de la libertad, un conquistador de un futuro que aún nos sigue alcanzando.
Sé que este no es un título tradicionalmente asociado a San Martín, pero elevar el pensamiento y desafiar lo establecido siempre nos abre nuevas perspectivas. Y si su nombre sigue resonando en la historia con la fuerza de un destino cumplido, es porque su conquista no fue solo de territorios o batallas, sino de algo mucho más grande: la independencia misma, un horizonte irreversible.
Porque si solo hubiera sido un militar más, ¿seguiríamos hablando de él con esta admiración? No lo creo.
Mi Gracias y mi Abrazo de Siempre!


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