» A cada chancho le llega su San Martín»
Por Eduardo Guidolín Antequera
Episodio 3: “A cada chancho le llega su San Martín”
La frase «A cada chancho le llega su San Martín,» de origen español, se inspira en la tradición de sacrificar a los cerdos en el día del santo francés. Pero, ¿qué Santo es este? ¿Y por qué esta expresión se ha arraigado en Argentina, especialmente en las provincias de Cuyo y, en particular, en Mendoza? Además de asociarlo a una época particular del año, reconocida como “veranillo”. Las expresiones culturales, a menudo enraizadas en la vida cotidiana de un pueblo, poseen el poder de atravesar épocas y fronteras, transformándose con el tiempo y adaptándose a nuevos contextos. Esta frase tan popular abarca historia, hagiografía, religión, territorios, conquista, libertad, estaciones, fechas, y una adaptación al concepto ético y moral de justicia. En su recorrido a través de diversas culturas, el modismo ha generado identidad, convirtiéndose en un reflejo de valores y patrones sociales. Es un recordatorio de que cada acción tiene sus consecuencias y que, tarde o temprano, toda injusticia encuentra su límite. Aunque la frase pueda sonar cruda, su esencia representa una justicia inevitable: todo llega a su debido tiempo.
Al examinar los tres elementos que convergen en esta historia, comprendemos mejor cómo se fue moldeando el refrán en torno a la figura de José de San Martín. Este viaje, que comienza en Tours y atraviesa los Andes, revela cómo lo nuevo reemplaza lo viejo y cómo, en medio de las adversidades, el tiempo termina ajustando cuentas: “cada quien recibe su San Martín.” Traído por los españoles como un dicho popular, este refrán fue resignificado y utilizado en su contra, encontrando en otro San Martín –no el Santo, sino el Libertador– una figura de justicia. Así, José de San Martín se transformó en el nuevo protagonista, símbolo de la resistencia y de la libertad de los pueblos americanos frente al yugo español
Acontecimiento 1
San Martín de Tours: El Soldado que se Volvió Santo
San Martín de Tours, nacido en Pannonia, en lo que hoy es Hungría, hacia el año 316, fue un soldado romano que, desoyendo los valores militares de su familia, eligió un camino de compasión y sacrificio consagrado a una causa mayor. Aunque creció en un entorno militar, pronto sintió una profunda vocación espiritual que le alejó de los intereses terrenales. La hagiografía cuenta que, en una noche de invierno, Martín encontró a un mendigo que tiritaba de frío; sin nada más que ofrecerle, cortó su capa en dos y le entregó la mitad. Esa misma noche, Jesús se le apareció en sueños, vistiendo la capa que Martín había compartido, y le agradeció por haberlo abrigado. Este gesto de solidaridad selló su destino. Martín, aún catecúmeno, decidió recibir el bautismo y, acto seguido, renunciar a la vida militar para dedicarse al cristianismo. Su discípulo Sulpicio Severo relata que, tras esta visión, Martín se dirigió a su general para anunciar que, de ahora en adelante, serviría únicamente a Jesucristo y se entregaría a la propagación de su mensaje. Así comenzó su vida religiosa, primero como sacerdote y luego como obispo de Tours, donde dedicó su vida a la ayuda a los desprotegidos y a una evangelización activa, lo que le valió ser considerado el apóstol de las Galias por su labor evangelizadora en Francia.
El arte como testigo
La icónica escena en la que Martín corta su capa se inmortalizó en la iconografía religiosa y en el arte, siendo un símbolo del desprendimiento material y del compromiso con la justicia universal.
San Martín y el mendigo
Aquel gesto de amor por el prójimo, de desprendimiento y justicia, ha quedado perennizado en el arte, en óleos y frescos, como puede constatarse fácilmente si se revisa la iconografía del que fuese retratado como santo, representando el episodio entre el soldado (Martín de Tours) luego santo y el mendigo”.
Queremos destacar dos obras tituladas bajo la misma denominación: “San Martín y el mendigo”

El Greco (1598, España)

Pintura anónima (1490,Hungría)
Dato de color para los religiosos
Este acto dejó una profunda huella que incluso se reflejó en el lenguaje: el término “capilla” proviene de capella en latín, en referencia al trozo de capa de San Martín conservado como reliquia y venerado en una iglesia. Así, su legado trascendió la materialidad, convirtiéndose en símbolo de refugio y espiritualidad, reflejando el espíritu de un hombre que eligió vivir en compasión y solidaridad, y cuya imagen, como una reliquia viva, perdura en el tiempo.
Acontecimiento 2
El Veranillo de San Martín
El «veranillo de San Martín» es un fenómeno curioso que se presenta en otoño en ciertas regiones del hemisferio norte, especialmente en Europa y América. Este veranillo trae consigo un paréntesis cálido y soleado, casi como un regalo inesperado después de los primeros fríos. En España, suele aparecer alrededor del 11 de noviembre, coincidiendo con la festividad de San Martín de Tours, el santo francés que ha inspirado tradiciones y frases que aún resuenan en la cultura popular.
Este cálido “respiro” de días soleados no es solo un fenómeno meteorológico; ha ido cargándose de significado. Representa una tregua en medio del avance del invierno, una suerte de segundo aliento antes de que el frío se afiance. No es casualidad que esta fecha, dedicada a San Martín, coincidiera también con la tradicional matanza del cerdo en muchos pueblos españoles. Se aprovechaban estos días templados para sacrificar y conservar la carne del animal que se había cebado durante el año, garantizando así provisiones para el invierno. Aunque con los siglos la costumbre ha disminuido, aún se celebra en algunos lugares como un ritual o incluso como un atractivo turístico.
Así nació la frase “A cada cerdo le llega su San Martín,” un dicho que apunta a la inevitabilidad del destino.
La literatura española nos muestra cómo, en la obra de Quevedo «El Buscón«, esta expresión se utiliza para recordar que, tarde o temprano, cada uno enfrenta las consecuencias de sus actos. Así como al cerdo le llega su fin durante el ‘veranillo de San Martín,’ la justicia o el destino alcanzan a todos en su debido momento.
Otro ejemplo se encuentra en «Don Quijote de la Mancha (Segunda Parte, Capítulo 62), don Quijote comenta:
«Ya yo tengo noticia deste libro, y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos por impertinente; pero su San Martín se le llegará como a cada puerco, que las historias fingidas tanto tienen de buenas y de deleitables cuanto se llegan a la verdad o la semejanza della, y las verdaderas tanto son mejores cuanto son más verdaderas».
Miguel de Cervantes Saavedra
Esta alusión al refrán “A cada puerco le llega su San Martín” sugiere que, al final, todos enfrentan las consecuencias de sus actos.
Acontecimiento 3
San Martín, Patrono de Buenos Aires: Un Legado Espiritual
La historia de San Martín de Tours como Patrono de Buenos Aires está marcada por un sentido de destino. En octubre de 1580, durante la fundación de la “Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires,” se realizó un sorteo para elegir al santo protector del nuevo asentamiento. En tres ocasiones consecutivas, el nombre de San Martín de Tours salió elegido, lo que algunos interpretaron como un signo providencial. Aunque algunos fundadores objetaron esta elección debido a su origen francés, aceptaron finalmente que este patronazgo era una señal, una especie de predestinación que unía a San Martín de Tours al destino de la ciudad.
Premonición de un Nuevo San Martín
Este patronazgo trascendió el simple acto de consagrar la ciudad; fue como una premonición de que otro San Martín, José de San Martín, vendría a tierras sudamericanas siglos después para asumir el papel de libertador. Su misión no era proteger una ciudad, sino liberar a todo un continente de la opresión colonial. En él, el rol de soldado se elevaba nuevamente a un nivel de sacrificio y entrega, poniendo su vida al servicio de la justicia y la libertad, ideales que resonaban más allá de los intereses personales o políticos.
San Martín de Tours y José de San Martín, aunque separados por tiempo y espacio, compartían una visión similar: ambos trascendieron el concepto común de soldado, y su lucha fue mucho más allá de lo bélico. En su esencia, su labor se enfocaba en combatir las injusticias y defender la libertad, no solo a través de acciones, sino de una entrega espiritual hacia un bien mayor. Como soldados, ellos encarnaron la figura de quienes buscan, más allá del combate, un mundo en el que reine la justicia y la dignidad.
«Mas vale Santo conocido, que Santo por conocer»
No pretendo elevar a José de San Martín a la categoría de santo con esta comparación; mi intención es más bien examinar cómo el conocimiento y las tradiciones de los pueblos se entrelazan y evolucionan con el tiempo, de ahí el análisis en estos tres acontecimientos, que generan un cuarto, el de poner en la escena a José de San Martín en la tradicional popular.
Las expresiones orales, esas frases que calan profundo en las comunidades, persisten a lo largo de los años, aunque muchos ignoren su origen o significado. Mi madre solía decirme: “Hijo, paciencia, a cada chancho le llega su San Martín. ¡Vos hacé las cosas bien!” Sin saberlo, me ofrecía una lección práctica, una moraleja en su forma más auténtica. Ella, siendo católica, desconocía las particularidades de este dicho, la tradición del «veranillo de San Martín» en España o la figura del santo francés. Para ella, como para mí, ese San Martín que se nombraba era nuestro San Martín, el que vino a impartir justicia y a liberar a los pueblos sometidos por el yugo español, y no el santo francés, como podrían interpretarlo algunos en otro contexto.
«El Refrán Transformado: La Justicia de San Martín en la Memoria Colectiva»
Las tradiciones, en su sentido figurado, muchas veces no son democráticas; son una herencia que se impone, y por eso debemos ser críticos con el pensamiento y el conocimiento, o corremos el riesgo de ser “loros que repiten lo que les contaron.” Al indagar sobre el santo San Martín y toparme con el misterioso San Martín de Cuyo, especialmente en Mendoza, descubrí un legado vivo que la gente transformó en un símbolo de justicia. En algún momento, el refrán popular que originalmente apuntaba al santo se adaptó a la figura del Libertador. Fue quizás en la gesta libertadora, cuando los sanmartinianos utilizaban esta expresión para señalar a quienes no colaboraban o traicionaban la causa común. Así, la imagen que ha perdurado en el inconsciente colectivo no es la del santo europeo, sino la del General, el símbolo del justiciero que vino a liberar a los pueblos del yugo español.
Hoy en día, pocos sabrían decir quién fue el santo San Martín, ni podrían precisar el origen de esta tradición que también involucra la imagen de los cerdos sacrificados en el “veranillo” español. Sin embargo, todos reconocen al General San Martín, quien representa una justicia cercana, un ángel justiciero cuya presencia aún se invoca. El pueblo, en su sabiduría, le imprimió este nuevo sentido al refrán: la justicia de San Martín prevalece, recordando que todos, en algún momento, enfrentan las consecuencias de sus actos.
«Realidades Distintas: Fe, Conquista y Libertad en la Figura de San Martín»
Esta dimensión religiosa, que atraviesa ambas figuras, destaca también contrastes esenciales. San Martín, el Libertador, quien creía en Dios sin adherirse a una institución, contrasta con San Martín, el Santo, quien representa a la Iglesia Católica. Uno vino con la conquista; el otro, para liberar a los pueblos de los conquistadores. Así, San Martín Libertador terminó por despojar a aquellos que trajeron al primer San Martín, aunque ambos persistieron en la historia y la religión. Esta comparación podría parecer limitada o abrumadora: un soldado formado en el ejército español vino a luchar contra otros soldados españoles enviados a América en nombre de Dios. Esta paradoja de la conquista y la historia enfrenta a un San Martín impuesto por los hombres en nombre de Dios, con otro respaldado por el pueblo en nombre de la libertad, ambos creyentes en un mismo Dios, pero con realidades distintas. Porque, a veces, la verdad y la realidad siguen caminos diferentes.
Quisiera citar aquí palabras de José de San Martín, y la poética de Ricardo Rojas, para cerrar su epílogo:
«El mensaje que San Martín trajo para los ejércitos y los pueblos de América—mensaje que no debemos olvidar—se resume en aquella inspiración de amor que opone a la fuerza arbitraria del instinto la fuerza protectora del espíritu, y que el héroe cifró en estas palabras:
‘Vuestro deber es consolar a la América; no venís a realizar conquistas sino a liberar pueblos. El tiempo de la fuerza y la opresión ha pasado; yo vengo a poner término a esta época de humillación.
Yo soy un instrumento de la justicia, y la causa que defiendo es la causa del género humano.’»
«El Santo de la Espada», Ricardo Rojas.
«Si quisiéramos resignificar la frase hoy en día, podríamos actualizar el refrán y decir: ‘A cada uno le llega su San Martín». Esta versión nos recordaría que el libre albedrío es un don del Universo que conlleva una responsabilidad inherente: tarde o temprano, todos debemos rendir cuentas de nuestros actos. En criollo sería algo como: «Hacé lo que quieras, pero después aguántatela.» La balanza de la justicia, inevitable, siempre estará presente, pues nuestras acciones y el tiempo terminan siendo juzgados en esa balanza universal que exige cuentas a cada quien. Que San Martín vendría por vos, lo dejo a tu criterio.
¡EXTRA,EXTRA..!
En la voz del ‘zorzal criollo,’ en 1925, al finalizar su interpretación de
‘Echaste Buena’ de Bonessi y Dizeo, queda registrado otro ejemplo de cómo se utilizaba este refrán como cierre del tango.
«Hacés bien, tirate a chanta, ya que estás asegurado Pero acuérdese, compadre, que le ha de llegar su fin, Lo hemos de ver en la vía, taciturno y agachado.
Si a cada chancho, no hay duda, le llega su San Martín».


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