Los misterios y secretos detrás del héroe. José Francisco de San Martín , su vida en un enigma constante.
Episodio 9: «San Martín y las Corridas de Toros», Vol.2 :»Buenos Aires».
«San Martín y las Corridas de Toros», Vol.2 :»Buenos Aires»
Por Eduardo Guidolín Antequera
«Los cambios siempre serán para bien»
Al mencionar un sitio tan significativo en la historia de nuestro país como Buenos Aires, es inevitable pensar en su fundación y en el papel que jugó como punto estratégico elegido por los españoles. Desde las aguas del Río de la Plata, este puerto se convirtió en la puerta de entrada para la conquista, el control y la colonización. Buenos Aires no solo fue un eje económico, sino también un espacio donde las transformaciones culturales dejaron huellas indelebles en nuestra identidad.
Las corridas de toros, como tantas otras tradiciones que nos legaron los españoles, formaron parte de esta historia. Fueron realizadas durante ciertos períodos, pero también fueron borradas y erradicadas con el tiempo, intentando eliminar sus vestigios. Sin embargo, el simbolismo de estos espacios no desapareció del todo, especialmente con la llegada de nuestro Libertador, José de San Martín, quien involuntariamente volvió a entrelazar dos mundos: las corridas de toros y la lucha por la independencia.
Aquí tenemos a San Martín, cargando no solo con el peso de su misión revolucionaria, sino también con una lucha ideológica contra el santo que lleva su nombre, el patrono de Buenos Aires. Llegaba como un «desertor» del ejército español, dispuesto a enfrentarse al imperio que lo había formado, para luchar por la América que llevaba en las entrañas y comenzar a construir el legado de libertad que marcaría su vida.
¿Y los toros? Ahí es donde la historia se vuelve aún más simbólica. El germen de su ejército, el lugar donde comenzó a gestarse el legendario y honorífico Regimiento de Granaderos a Caballo, fue, ni más ni menos, una antigua plaza de toros. Un sitio que pasó de ser escenario de entretenimiento colonial a cuna de los soldados de la libertad.
Acompañame a recorrer estos momentos de la historia de nuestro General y de nuestra nación. Porque detrás de cada espacio y cada transformación, hay historias que nos ayudan a entender el verdadero significado de los cambios.
Vamos a desentrañar las corridas de toros en Buenos Aires y a explorar cómo nuestro futuro Libertador navegó entre tradiciones, tensiones y cambios para dar forma a un nuevo paradigma.
Buenos Aires: entre pasiones y conflictos
Hablar de las corridas de toros es adentrarse en un pasado lleno de contradicciones: tradiciones importadas, conflictos con la Iglesia, tensiones sociales y un rechazo inevitable que surgió con los años. Esta práctica, que tuvo su auge entre los siglos XVII y XIX, dejó una huella imborrable en la historia de la ciudad, aunque hoy solo sobreviva en la memoria y en las crónicas de la época. Como en muchas otras ciudades de América, Buenos Aires, heredera de la tradición española, incorporó las costumbres taurinas a su vida cotidiana. Las plazas de toros se convirtieron en parte de su identidad cultural, ofreciendo una ventana única para comprender las costumbres de la época colonial y los primeros años de independencia. Sin embargo, no queda rastro físico de estas estructuras, y su legado permanece casi olvidado por los porteños contemporáneos.
Es importante recordar que la herencia de la madre patria colonizadora, tanto lo bueno como lo malo, no siempre fue consensuada; muchas veces, fue impuesta. Y es aquí donde las cosas se vuelven interesantes: los lugares cambian, los nombres reaparecen, y las decisiones de antaño, cargadas de contradicciones, nos siguen interpelando. Desde celebraciones en honor a santos hasta iniciativas de recaudación injustas, todo ello se entrelazaba en un contexto sociocultural que inevitablemente iba a transformarse.
El origen: una tradición humilde pero apasionada
El miércoles 11 de noviembre de 1609 fue un día de fiesta en la entonces austera Buenos Aires. La ciudad celebraba a su santo patrono, San Martín de Tours (¿te acordás del Santo? Si no, te invito a revisar el episodio “A cada chancho le llega su San Martín”). La festividad incluyó una procesión que culminó en la primera corrida de toros registrada en la Plaza Mayor (luego Plaza de la Victoria y, finalmente, Plaza de Mayo).
La precariedad de la época se reflejaba en cada detalle: los vecinos desmalezaron el terreno, aportaron tablones para las gradas, y los asistentes, con improvisación y entusiasmo, presenciaron el espectáculo de pie o sentados en rústicos bancos. Este evento, que se repitió durante los días siguientes, marcó el inicio de una tradición que, aunque integrada a las festividades religiosas, no estuvo exenta de tensiones.
En 1783, el Virrey Juan José Vértiz ordenó que las corridas se realizaran en días festivos, desde San Martín hasta el carnaval. Sin embargo, esta decisión despertó la oposición del obispo, quien argumentaba que distraían a los fieles de la misa. En este punto, la pasión taurina tuvo que enfrentar las críticas de la Iglesia, generando un conflicto que solo el rey pudo mediar.
Pero aquí vale la pena detenerse para entender lo que realmente estaba en juego: las influencias de la corona en sus colonias no solo traían modismos e imposiciones culturales, sino también disputas entre instituciones. Por un lado, estaba la Iglesia, buscando mantener el control sobre la grey y su devoción. Por otro lado, las autoridades, promoviendo un espectáculo que necesitaba público para justificar su continuidad. Sin espectadores, no había espectáculo; sin fieles, no había salvación.
“No debemos olvidar que los ricos siempre han oprimido a los pobres”
En medio de esta disputa de poderes, las divisiones sociales quedaban más expuestas que nunca. Las clases estaban claramente delineadas: los humildes, que apenas podían acceder a participar, y los patrones o burgueses, que controlaban los espacios privilegiados. Mientras tanto, los «pobres diablos» —esclavos, mestizos, zambos, indios y el típico cliché de etnias bajo dominio—, ya moldeados por el mestizaje que surgía en las entrañas de la nueva sociedad, eran poco más que marionetas en un juego de poder entre conquistadores y élites locales. Una triste radiografía de la América colonial, donde las desigualdades no eran la excepción, sino la norma.
La Plaza de Monserrat: esperanzas y desencantos
«Plaza Monserrat» , fuente «Revisionistas».
Asentistas y administradores del poder
En 1789, ante la proliferación de corridas clandestinas y la necesidad de generar ingresos para obras públicas, el Virrey Nicolás Arredondo aprobó la construcción de la primera plaza de toros permanente en el «Hueco de Monserrat». Este proyecto tenía un propósito doble: organizar un espectáculo popular y consolidar una economía en torno a las corridas, con una política de recaudación que sustentara el desarrollo urbano. El maestro carpintero y asentista Raymundo Mariño presentó una propuesta detallada al gobierno para construir un circo estable y permanente. En sus palabras, la estructura estaría «fabricada con antepechos de madera, asientos para la comodidad de los espectadores y galerías que hicieran del espacio un lugar adecuado para la corrida de toros». A cambio de financiar la obra, Mariño obtendría el derecho de cobrar un canon por cada corrida realizada en el lugar. Este enfoque convirtió al circo en algo más que un espacio de entretenimiento: era un modelo de negocio y un instrumento de política social.
La plaza se inauguró en 1791, pero lejos de cumplir las expectativas de los vecinos, se transformó en un foco de problemas. En los documentos del Cabildo se registran constantes quejas sobre el estado del «circo de Monserrat». Los habitantes del barrio denunciaron que el espacio, lejos de mejorar el estatus de la zona, trajo suciedad, apuestas, peleas y el peligro de animales sueltos. Además, los restos de los toros sacrificados eran arrojados sin control a las calles, contribuyendo al caos y la insalubridad. En 1798, los vecinos insistieron con un pedido formal al Cabildo: «que se demuela el circo […] por los desmanes que causa en la plaza destinada originalmente para el abasto del barrio». Finalmente, en 1799, tras casi una década de conflictos, se decidió desmantelar la estructura. . El circo de la plaza Monserrat fue demolido el 14 de octubre de 1801. Sin embargo, para garantizar la continuidad del espectáculo y mantener las recaudaciones necesarias, algunas corridas se trasladaron nuevamente a la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo), donde se construyeron estructuras temporales para estas ocasiones.
Véase:
Facultad de Filosofía y Letras. Documentos para la Historia Argentina. Tomo IX: Administración edilicia de la ciudad de Buenos Aires (1776-1805).
Toullard, (1940). Los planos más antiguos de Buenos Aires, 1580-1880.
El Retiro: la gran Plaza de Toros
Vidal, E. (1820). Picturesque Illustrations of Buenos Ayres and Monte Video. London: R. Ackermann.
En 1801, con la lección aprendida, se construyó una nueva plaza en el Retiro, lejos del centro urbano. Diseñada por Martín Boneo y Villalonga, la estructura octogonal de estilo morisco tenía capacidad para 8,000 personas y marcó un antes y un después en la historia taurina de Buenos Aires. Las corridas se convirtieron en un espectáculo recurrente los domingos, atrayendo a sectores populares y distinguidos. Las mujeres, salvo en ocasiones especiales como la presencia de la Virreina, solían observar desde los alrededores o los balcones cercanos. Las corridas se realizaban todos los domingos y en fechas especiales, atrayendo tanto al pueblo como a las familias distinguidas que buscaban la proximidad con el Virrey.
«Veremos cómo este sitio, originalmente destinado a un circo de toros, fue transformándose con el tiempo, adaptándose a nuevas circunstancias, funcionalidades y cambios de denominación. Cada etapa de su historia refleja las necesidades y los valores de las épocas que atravesó, pasando de ser un espacio de entretenimiento colonial a un lugar clave en la formación de nuestra identidad nacional».
Toullard, (1940). Los planos más antiguos de Buenos Aires, 1580-1880. Plano de Boneo (1780-1800), pp. 71-73.
Tauromaquia y batallas:
«Escenario de las Invasiones inglesas«
Aquí tenemos uno de los grandes cambios que trajeron los sucesos históricos: España luchando contra los ingleses en una disputa de poder, recursos y dinero. En este contexto, la Plaza de Toros se convirtió en un escenario de luchas históricas, siendo testigo de momentos cruciales como las Invasiones Inglesas. (Sí, otro cuento mal contado por la educación… pero dejemos ese debate para otra ocasión).
Hoy nos centraremos en el hecho histórico, rescatando algunos datos documentales valiosos y mencionando a personajes que, más adelante, serían protagonistas en la construcción de nuestra patria. Desde mi punto de vista, las Invasiones Inglesas fueron una chispa, una mecha que encendió un espíritu de patriotismo que ya estaba latente entre los criollos. No hablo de favores ni de alianzas, sino de cómo estos eventos despertaron en muchos la conciencia de que el verdadero enemigo era la España opresora. Fue el primer paso en un largo camino que, con esfuerzo, determinación y tiempo, culminaría en la Revolución y, más tarde, en la independencia.
«Invasiones inglesas a Buenos Aires», litografía de Madrid Martínez (1807). Reconquista de Buenos Aires por el capitán de navío Don Santiago Liniers, haciendo prisionera a la guarnición inglesa con su comandante Beresford. Vuelve la escuadra británica en 1807 a atacar con empeño la misma plaza, y es rechazada por el valor de nuestros marinos y soldados.
Archivo de Indias
En el Archivo General de Indias se conservan documentos clave que evidencian la presencia de la plaza de toros y su rol durante las batallas en Buenos Aires durante las Segunda Invasión Inglesa. Entre ellos, se destaca una carta del Virrey de Buenos Aires, Santiago de Liniers (que aclaramos estuvo interinamente nombrado por el Gobernador de Montevideo Ruiz Huidobro, al ausentarse Rafael de Sobremonte, el cuál había “huído” a Córdoba), dirigida a Pedro Ceballos, en la que detalla la victoria obtenida sobre las tropas inglesas que atacaron la ciudad en 1807. En esta misiva, Liniers describe pormenores de la defensa realizada, así como las comunicaciones intercambiadas entre él y el general británico, John Whitelocke, hasta alcanzar el tratado definitivo de paz.
Dentro de los documentos anexos a la carta, clasificados de
a-k, se destacan:
h) Copia traducida del oficio de John Whitelocke al General Liniers, en el que le avisa que enviará al General Gower para explicarle sus propuestas de paz. Este oficio está fechado en la Plaza de Toros el 5 de julio de 1807.
i) Copia traducida de un oficio firmado por John Whitelocke y George Murray, dirigido al General Liniers, aceptando sus condiciones de rendición. Este documento también está fechado en la Plaza de Toros, el 7 de julio de 1807.
Archivo General de Indias. (1807, 31 de julio). Virrey de Buenos Aires, sobre victoria sobre ingleses [Unidad documental simple, signatura ESTADO,81,0N.37]. Archivo General de Indias, Sevilla, España
Estos documentos no solo destacan la importancia estratégica de la Plaza de Toros durante las negociaciones y enfrentamientos, sino que también ofrecen un valioso testimonio sobre el desarrollo de las Invasiones Inglesas y la resistencia criolla en Buenos Aires. Este espacio, que alguna vez fue símbolo de entretenimiento colonial, se transformó en un escenario de lucha y determinación frente al avance británico.
Algunos autores señalan que, tras la heroica resistencia de los criollos, este sitio fue bautizado como el «Campo de Gloria»
Los aires de Libertad y el declive de las corridas de toros
Con la Revolución de Mayo y el surgimiento del espíritu independentista, las corridas de toros comenzaron a ser vistas como un vestigio de la dominación española. Esta percepción marcó el inicio de su declive, y a partir de 1810 su popularidad decayó rápidamente. En este contexto, la Gaceta de Buenos Aires (Gazeta Extraordinaria, 8 de diciembre de 1810) ofrece una perspectiva reveladora. Este documento, compuesto por 16 puntos, fue firmado por las autoridades revolucionarias, y contiene directrices que reflejan los cambios culturales y políticos de la época. De esta lista, destacaremos el punto más relevante para nuestra investigación, que ilustra cómo las nuevas ideas independentistas comenzaron a moldear no solo la política, sino también las prácticas sociales y culturales.
[…] La Junta ha acordado el siguiente reglamento en cuya puntual é invariable observancia, empeña su palabra y el exercicio de todo su poder:
14)” En las diversiones públicas de toros, opera, comedia &c. no tendrá la Junta palco, ni lugar determinado: los individuos de ella, que quieran concurrir, comprarán lugares como cualquier ciudadano; el Excmo Cabildo, a quién toca la presidencia y gobierno de aquellos actos por medio de los individuos para el efecto, será el que únicamente tenga una posición preferida”.
Dado en Buenos Ayres en la sala de Junta á 6 de diciembre de 1810=Cornelio Saavedra=Miguel de Azcuenaga=Dr. Manuel Alberti=Domingo Mateú=Juan Larrea=Dr. Juan José Paso, Secretario=Dr. Mariano Moreno, Secretario.
(Gaceta Extraordinaria de Buenos Ayres. (1810, 8 de diciembre).
pp. 714-717.)
Se acabó la joda..Llega San Martín!
El principio es el principio. De ideales y sueños podemos vivir todos, pero para lograr algo verdaderamente trascendental hay que accionar, mover las piezas, hacer. Porque si no, la vida se consume en palabras que jamás se consolidan. Y el primer gran desafío de José Francisco de San Martín era regresar. Volver para plasmar un cambio radical, ese «cambio de chip» que pondría las bases de la independencia americana.
En su regreso a Buenos Aires, San Martín enfrentaría las realidades de un territorio fragmentado, pero también lleno de potencial. Como un toro bravo que deja atrás la arena del ruedo, venía decidido a encarar sus nuevos objetivos. Y no es casualidad que en este relato aparezcan las arenas de las corridas de toros, porque en un lugar que alguna vez fue un espacio de entretenimiento, de espectáculos taurinos, San Martín crearía algo completamente distinto: un arma militar e ideológica.
En esas mismas arenas del Retiro, donde alguna vez se disfrutaron las corridas de toros, el General transformaría el simbolismo de ese espacio. Allí nacieron sus hijos granaderos, a quienes convertiría en toros de batalla, listos para enfrentarse en campos de guerra completamente diferentes.
Si hay un hecho que marcó el punto de quiebre en nuestra historia, fue la llegada de San Martín a Buenos Aires, el 9 de marzo de 1812. Ese día, la fragata George Canning arribó al puerto porteño, trayendo entre sus pasajeros al Teniente Coronel de Caballería José Francisco de San Martín. El soldado, el estratega, regresaba con una visión clara y un propósito inquebrantable: liberar al continente del yugo colonial español y plantar las bases de una nueva América. Ese día, el curso de la independencia de las Provincias Unidas cambiaría para siempre. San Martín, con más de dos décadas de experiencia militar en Europa, trajo consigo no solo una formación rigurosa, sino también la convicción de que la libertad solo se conseguiría a través de una estrategia organizada y eficiente.
Granaderos Argentinos: el Regimiento que marcó la historia universal
Para dar batalla y conquistar la libertad, se necesitaba más que un ejército: hacía falta consolidar una fuerza con identidad propia, una representación del nacionalismo que estaba naciendo y de la sed de independencia que crecía en el Río de la Plata. Así nacieron los hijos del Padre de la Patria, los bravos granaderos, a quienes San Martín llamaría con cariño y orgullo “mis muchachos”.
Consciente del valor y el simbolismo de este regimiento:
“Siempre que hablaba de la oficialidad del regimiento que habia creado y educado, lo hacia con palabras de fervoroso entusiasmo quizá para prestigiarla ante el publico: pues en las ocasiones que llegaba á tocarse este punto, solia decir – “délo que mis muchachos son capaces, solo yo lo sé: quien los iguale habrá, pero quien los exeda no.»
(Espejo, J. (1889). El paso de los Andes: Crónica histórica de las operaciones del Ejército de los Andes para la restauración de Chile en 1817 (p. 40).
«El nombramiento era necesario»
Uno de los hitos más destacados de su llegada al Río de la Plata fue precisamente la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, oficialmente fundado el 16 de marzo de 1812. Este cuerpo militar, que quedó bajo el mando directo del recién llegado Teniente Coronel José de San Martín, se convertiría en un emblema de disciplina, patriotismo y valentía.
Documentos del Archivo San Martín (DASM), Tomo 1, p. 135. (16 de marzo de 1812).
Para entonces, las Provincias Unidas no contaban con una fuerza militar con la experiencia y visión estratégica que San Martín traía consigo, acumuladas tras más de dos décadas de servicio en Europa. Bajo su liderazgo, los Granaderos recibieron una instrucción rigurosa que no solo los preparó para el combate, sino que también cultivó un espíritu indomable. Con un estilo de mando firme pero humano, San Martín supo forjar en ellos el carácter necesario para enfrentar las adversidades de la guerra. Los Granaderos, con su gallardía y destreza, no solo defendieron las tierras del Río de la Plata, sino que extendieron su gloria a lo largo de medio continente, marcando un antes y un después en la historia de la lucha por la independencia americana. San Martín moldeó el Regimiento de Granaderos a Caballo como una extensión de sus propios ideales, transformándolo en una fuerza clave para las batallas por la independencia. Cada acción, cada estrategia y cada sacrificio reflejaban la diestra mano de su Comandante, un hombre que supo combinar disciplina, patriotismo y visión estratégica. Su legado perdura como uno de los pilares fundamentales en la historia de nuestra libertad. Los Granaderos merecen no solo respeto, sino también varios episodios dedicados exclusivamente a ellos. Sin embargo, sentí la necesidad de comenzar contándote estas historias y compartiendo detalles que, quizás, ya conocías, pero que tal vez no habías vinculado directamente con la vida de nuestro General. Porque, viste, la verdad tiene muchas caras, y para comprenderla de verdad, debemos mirarlas todas. Cada perspectiva suma, cada detalle ilumina un rincón de la historia que, muchas veces, damos por sentado.
De Plaza de Toros a Campo de Instrucción
¿Dónde se instruyeron estos hombres? En un sitio que antes había pertenecido al entretenimiento y al circo taurino: la antigua Plaza de Toros del Retiro. Esta estructura, inaugurada en 1801, había funcionado como el principal escenario taurino de la ciudad, con capacidad para 8,000 espectadores, hasta que su popularidad declinó. En 1812, San Martín instaló allí los cuarteles del Regimiento de Granaderos a Caballo, dotando al espacio de un propósito completamente nuevo, vinculado a la causa libertadora.
«Inicialmente se les dio como cuartel lo que había quedado de la Ranchería pero a pedido de San Martín se los trasladó al Retiro (sobre la actual Plaza San Martín porteña), al edificio que había ocupado la plaza de toros de Buenos Aires«.
Pigna, F. (2017). La voz del Gran Jefe: Vida y pensamiento de José de San Martín (p. 138).
Allí tenía espacio suficiente como para alojar y entrenar a sus hombres en las tácticas de combate.
Otra fuente que describe el sitio y detalles de los granaderos y San Martín.
La plaza del Retiro (plaza de toros lugar que aconteció como lugar para el ejercicio del cuerpo de regimiento de granaderos)
“Es tradición que ha venido trasmitiéndose hasta la presente, que mañana y tarde se presentaba San Martín en el cuartel del Retiro (el mismo que hoy ocupa el Batallón dé la «Guardia Provincial), á enseñar á los reclutas que se le hablan destinado. Que salía el escuadrón formado é la plaza del cuartel, y él como su maestro instructor, dictaba la lección de viva voz, esplicando en los términos mas sencillos é inteligibles la posición del recluta.”
Espejo, J. (1889). El paso de los Andes: Crónica histórica de las operaciones del Ejército de los Andes para la restauración de Chile en 1817 (p. 50).
Nada de Corridas Toros, la Plaza se llamará «San Martín«
Algunas decisiones, con el paso del tiempo, no han sido tan descorteses con nuestro General ni con la identidad que intentamos recuperar al revisitar esta historia. Dejar atrás los legados impuestos por España y aprender a valorar los acontecimientos propios ha sido parte del proceso de reivindicación de quienes realmente merecen ser reconocidos.
Un claro ejemplo de esto ocurrió al conmemorarse el centenario del nacimiento de San Martín, en 1878, cuando el lugar que alguna vez albergó la Plaza de Toros del Retiro fue rebautizado como Plaza San Martín en su honor. Este cambio no fue un simple gesto simbólico; fue una declaración de principios que subrayó el significado transformador del sitio. Pasó de ser un espacio dedicado al entretenimiento y a los espectáculos taurinos —una herencia de la dominación española— a convertirse en un lugar emblemático de la lucha por la independencia. En ese terreno, San Martín forjó el Regimiento de Granaderos a Caballo, marcando el inicio de un capítulo que trascendería las fronteras del continente. El cambio de nombre no solo honró al Padre de la Patria, sino que también rescató el simbolismo del lugar como una arena de transformación: de circo a campo de batalla, de espectáculo a historia, de pasado impuesto a legado propio.
Conclusión
Las corridas de toros fueron, durante más de dos siglos, el principal espectáculo deportivo en Buenos Aires. Hoy, no queda ningún vestigio físico de las plazas de toros en Buenos Aires. Sin embargo, su historia revela mucho sobre las dinámicas sociales, culturales y políticas de la ciudad en tiempos coloniales y revolucionarios.
Sin embargo, también generaron tensiones que reflejaban los cambios culturales y políticos de su tiempo. Al mirar hacia atrás, no puedo evitar preguntarme: ¿cómo reconciliar esta tradición con el rechazo que surgió en el proceso de construcción de nuestra identidad? Estas arenas, que alguna vez fueron símbolo de dominación y entretenimiento, también nos hablan de nuestras contradicciones, de las herencias que abrazamos y de aquellas que elegimos dejar atrás. Cambios de nombres, coincidencias o causalidades… Sitios creados bajo el dominio español adquirieron un nuevo significado con el tiempo, transformándose para responder a las necesidades de una nación que buscaba su propia expresión. Así, una antigua plaza de toros se convirtió en el lugar donde José de San Martín moldeó el Regimiento de Granaderos a Caballo, el arma militar y simbólica de la independencia americana.
Para cerrar te quiero dejar siempre interrogantes que pueden resonar en tu inquietud al balancear estos datos..¿Habrá sabido San Martín del significado de ese lugar? ¿Se habrá identificado con su historia? ¿Habrá elegido la antigua Plaza de Toros del Retiro sabiendo lo estratégico del espacio, o lo habrá hecho pensando en el simbolismo? Toros, ingleses invadiendo…¿habrá imaginado que algún día ese lugar llevaría su nombre, convirtiéndose en la Plaza San Martín?
De una arena taurina surgieron los soldados de la libertad. Qué paradoja, ¿no? En el mismo lugar donde antes se ofrecía entretenimiento, el Teniente Coronel José de San Martín dio vida a los héroes que transformarían el continente.
Te espero en la próxima historia, donde San Martín deberá conjugar todas sus estrategias, porque el entorno se lo exigía, organizando corridas de toros en su querida Mendoza. Un abrazo.
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