«La Mendocina»
Por Eduardo Guidolín Antequera
«Mercedes Tomasa de San Martín»
El 24 de agosto de 1816 marcó un antes y un después en la vida de José de San Martín: ese día obtuvo un nuevo título, quizá el más íntimo y transformador de todos, el de Padre. A partir de entonces, su destino tomó otros caminos, cargados de obligaciones distintas a las del campo de batalla. Tras la frustración de su campaña y el exilio obligado, su mirada se concentró en un solo propósito: que Mercedes concluyera sus estudios, se formara y pudiera construir, desde ese lugar, una nueva familia. Sin Remedios a su lado, San Martín reafirmó junto a su hija un pacto silencioso, basado en la unión y en un principio que fue siempre su pilar: toda persona debe educarse.
«Mendoza, la que acunó su Paternidad»
Entre las tantas cosas que le dio Mendoza, estuvo también aquel don íntimo y trascendente: el de convertir a San Martín en padre. Desde aquel 1814 en que llegó a estas tierras, el nombre de Mendoza acompañó su gesta, resonando como un eco inseparable de su vida. Y sería, justamente, esta tierra la que inmortalizaría a su hija, para siempre inscripta en la memoria de la historia, y a quién José de San Martín y Remedios de Escalada llamarían como la Infanta Mendocina, título que bien define su arraigo a estas tierras.
Su Hija Mercedes
En el registro del nacimiento de Mercedes podemos advertir detalles que, aunque parecen lineales en el tiempo, encierran hondura y contradicciones. Siguiendo una cronología estricta, el acta presenta errores; y si lo miramos desde los ideales de un Argentinismo en construcción, también genera ruidos. Por eso es necesario mantener una mirada abierta, entendiendo tanto a quienes escribieron como a quienes intencionaron cada palabra, sin perder de vista los roles de los protagonistas.

La expresión “Española legítima” resulta inquietante para nuestra lectura actual, pero más aún lo es observar quién bautiza, dónde y en qué fecha. Allí es donde surgen las verdaderas contradicciones. Porque, al fin y al cabo, ¿cuándo comienza la vida oficial de una persona? ¿El día en que nace o el día en que se la registra? En el caso de Mercedes, como en tantas cosas que rodearon a San Martín, el registro mismo nos enfrenta a un doblez del tiempo, una disonancia que habla de él y de su destino.
24 de Agosto
Entonces, vale la pena bucear en esta apropiación que ha hecho la cultura sanmartiniana. ¿Quién asegura que Mercedes nació el 24 de agosto? El acta, claro, ese documento solemne que dice “de siete días”. La voz mandante del registro, que se impone como verdad escrita. Pero su padre sostuvo otra cosa.
Y allí comienza el contrapunto: por un lado, la fecha tácita que fija el registro, por el otro, la memoria personal de San Martín transmitida nada menos que a su confidente y amigo, Tomás Guido. Dos tiempos que no coinciden, dos versiones que la historia ha intentado conciliar sin lograr borrar la contradicción.
San Martín contradictorio
En la carta que San Martín le escribe a Guido el 31 de Agosto de 1816 el dice:
«Sepa Ud. que desde antes de ayer soy padre de una Infanta Mendocina.»
El detalle de comenzar a llamar a Mercedes ‘la Infanta Mendocina’ queda claro. Lo que no está tan claro es la fecha: ¿fue anteayer, es decir, el 29 de agosto de 1816? Entonces, ¿?”
«Mercedes»
El nombre compuesto de la hija del Libertador, es también un tema de análisis y revisión. Ya que los adultos le imponen un nombre a sus hijos según sus gustos, creencias, recuerdos, influencias, destinos, apreciaciones, y hasta para legar patrones familiares. Esto puede verse en el segundo nombre de Mercedes, Tomasa. Las opciones llevan a suponer que este nombre responde a la suegra de José, y Madre de Remedios. Seguro tema de negociación del matrimonio. Pero San Martín, elocuaz, intrigante y enigmático seguramente tuvo el peso para el primero. Mercedes y aquí aparecen otras posibles conclusiones a reflexionar en el ideario de las posibilidades, ya que el mismo San Martín es eso, muchas cosas en una y viceversa.
El nombre de Mercedes no aparece como una casualidad en la vida de San Martín. Está rodeado de evocaciones que lo atraviesan desde distintos ángulos, como si la palabra misma condensara memorias y destinos. En su familia ya resonaba la devoción a la Virgen de la Merced, arraigo heredado de tradiciones antiguas y de la fe que acompañaba las raíces de su linaje. En los días de su casamiento, esa advocación también se hacía presente, como parte de un universo simbólico que tejía continuidad entre lo íntimo y lo sagrado. En los campos del Ejército, Belgrano había proclamado a la Virgen como patrona de los soldados, y aquel eco militar también llegaba a San Martín, que sabía cómo la fe podía volverse fuerza para un ejército que caminaba al sacrificio (recordá que el elige otra «Generala» para su ejército).
Pero el nombre de Mercedes podía guardar todavía otra memoria, mucho más personal, que San Martín jamás habría revelado con palabras: la tragedia de la fragata perdida, la “Mercedes”, con la cual naufragaron tantas mujeres, acaso su “otra familia”, un recuerdo que lo marcaría para siempre. Allí donde otros podían ver solo devoción o tradición, en el corazón del Libertador podía esconderse también el homenaje íntimo a una ausencia, el intento de inmortalizar en el nombre de su hija aquello que la muerte le había arrancado.
Te cuento un chisme: Nací en Mercedes de Buenos Aires. Pero lo más profundo de esto es analizar ese territorio, su origen y los que estuvieron ahí, obvio tiene consonancia sanmartiniana y otras cositas más.
Quizás el gesto de nombrarla Mercedes se sostenga en todas esas capas a la vez: herencia, devoción, historia y duelo. Porque en San Martín, ninguna elección era simple ni ligera. Cada palabra, cada silencio y cada decisión guardaban memoria. Y en su hija, la “Infanta Mendocina”, dejó escrito no solo un linaje, sino también el eco secreto de sus recuerdos. Mercedes..
Conclusiones
Hoy quise detenerme en este día que, para los sanmartinianos, representa mucho más que una simple efeméride: es el verdadero origen del Día del Padre en nuestro país y, por extensión, en todo el universo sanmartiniano.
Sin embargo, pareciera que aún no hemos sabido —o no hemos podido— instalar esta verdad en el corazón de la Argentina. El peso de la corporación extranjera sigue imponiéndose, desde lo comercial hasta lo educativo, arrastrando costumbres que nos son ajenas y silenciando lo propio.
Reflexiones y verdades
Por otro lado, hoy quise AMPLIFICAR el código Mercedes: en el nombre, en la hija, en los apodos cariñosos que su padre le dedicaba y en las resonancias que todo ello encierra. La escritura de la época, los reconocimientos y las interpretaciones que luego propuso la historiografía han intentado darle sentido a esa figura, pero creo que allí hay más de lo que suele leerse. San Martín, que después de su campaña destinó el resto de su vida a ser padre y luego abuelo junto a ella, supo codificar en Mercedes muchos de sus mensajes más íntimos, como parte del gran código sanmartiniano que aún seguimos descifrando. No todo está dicho ni escrito de manera definitiva. A veces las verdades son complementarias, y otras veces son sus antípodas. Lo importante es no perder el bosque por quedarnos mirando solo un árbol: necesitamos seguir reflexionando en los mensajes profundos de San Martín, que pueden ser también los nuestros, los de nuestra propia vida. Yo, por ejemplo, te comparto mi verdad: Antequera es parte de mí (mi apellido verdadero), y Guidolín es mi apellido real. Por eso llevo ambos, porque son el complemento de lo que soy HOY.
Para despedirme, te dejo una cita donde San Martín habla con orgullo de «LA MENDOCINA», y se lo confía nada menos que a otro mendocino, amigo y devoto del clan sanmartiniano: Pedro Molina.

Un abrazo y mi agradecimiento de siempre por compartir este camino.


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